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Un testimonio inspirador de servicio: Ana, voluntaria de Estrella Azahara

Mi nombre es Ana, llevo un año haciendo voluntariado en Estrella Azahara una vez a la semana y he de confesar que se ha convertido en una actividad de mi calendario imprescindible y que me reporta mucha satisfacción. Os cuento a continuación.


Mi desembarco allí fue fruto de una conversación con mi madre durante la Navidad pasada, en la que mientras yo me desahogaba por mis anhelos de ser madre, por ahora no concedidos, ella me proponía que colaborase con la asociación ya que, entre sus diversas labores, estaba la de trabajar con niños y jóvenes. Me pareció muy buena idea, todos ganaríamos, yo saldría un poco de mi rutina de abogada y compartiría un rato con niños, a la vez que aportaría mi granito de arena a la magnífica labor que la asociación desempeña.

Y así fue como haciendo de la necesidad virtud, me dirigí al barrio de las Palmeras la semana después de Reyes. Recuerdo perfectamente ese primer día con parte de los alumnos con los que he estado conviviendo estas semanas. Chicos y chicas de 14 años –por qué no decirlo, en una edad muy complicada- que me sorprendieron gratamente. Pensé que serían más recelosos o indiferentes con el recién llegado/a (yo en este caso), pero nada más lejos de la realidad, desde el primer día me “engancharon”, percibí que ellos merecían la pena y me fui deseosa de poder conocerlos poco a poco más a cada uno de ellos, como así ha sucedido a lo largo de estas semanas.

Mi labor allí consiste en acompañarlos en el refuerzo educativo y hacer las tareas académicas con ellos, resolverles dudas o simplemente pasar un rato hablando de diferentes aspectos de la vida. Creo que es interesante que mantengan contacto con gente joven que les pueda contar su experiencia en el mundo laboral y despertar en ellos curiosidad y deseos de futuro. Como he apuntado antes soy abogada y ellos me demuestran su inquietud preguntándome mucho por los “casos” que llevo o si he tenido o no juicio esa semana. Trato de contarles vivencias y les animo a soñar a lo grande, recordándoles que pueden llegan a ser lo que se propongan, que confíen en ellos.

Entro por la puerta de la sede de Estrella Azahara en el barrio con una sonrisa, pero es que salgo con una sonrisa aún más grande. Podeis imaginar que paso más de un apuro tratando de salir airosa de más de un ejercicio de matemáticas pero que me llamen seño abogada, maestra y profesora “me da la vida”.


Estrella Azahara es una gran familia, son una piña, y pronto te hacen sentir parte de ella. Quiero hacer una mención especial a todos los educadores que se desviven por los chicos del barrio todos los días. El amor reciproco que se profesan entre los alumnos y ellos es maravilloso, del cual he podido ser testigo en mis horas acompañando a la educadora Charo en sus clases.

Espero que esa confianza y cariño que han depositado los chicos/as en mí la vean mínimamente devuelta por mi parte, y nada me haría más ilusión que ser testigo de que alguno de ellos llegado el momento se graduase en estudios superiores.

Espero que, aun con los vaivenes de la vida, pueda seguir vinculada por mucho tiempo más a Estrella Azahara.


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